Eyes on 2030: Holding Power to Account for the Common Good
Illustration: Magdalena Michalka © Transparency International
By Delia Ferreira Rubio (TI Chair) and Rueben L. Lifuka (TI Vice-Chair)
The world faces a complex and challenging future, one thrown into sharp relief by the ongoing coronavirus pandemic. Far from retreating, corruption threats are growing as we experience change and instability in politics, technology, public health, the environment and human security.
Globalisation, unprecedented connectivity and fast-moving technological change have deep implications for the concentration, use and abuse of power. Serious crises confront us all: from the climate crisis to rising inequality, from conflict and related displacement to assaults on human rights. Marked from its start by a devastating pandemic, the decade is already defined by uncertainty.
The theft and waste of vital public resources intended to save lives and help with economic recovery from the pandemic, makes obvious the human cost of corruption. It has also underlined that the fundamental frameworks for good governance and responsible business conduct cannot and must not be taken for granted.
Corruption is a human rights issue
The pandemic has also clearly shown that corruption is a human rights problem. Those countries affected by high levels of corruption were less prepared to provide adequate health care. The money lost to corruption was the same resources missing in hospitals: ventilators, medicines, sanitary supplies. Once more, and this time on a global scale, it was clear that corruption kills.
Tragic though it has been, the pandemic has provided us with an object lesson in why ending corruption is so critical to ensuring social and economic justice around the globe. It has also presented humanity with the challenge and the opportunity to recover better. This will only be possible and sustainable if we rebuild trust, on the basis of truth, and transparency. That is why Transparency International’s mission is more vital than ever.
Corrupt decision-making – whether in government, business, nationally or internationally – underpins the world’s greatest injustices. It deprives citizens of the rights and opportunities they need and deserve, and feeds further injustice by eroding the institutions meant to protect them.
Our pledge to fight corruption in the next decade
It is timely that this year we launch our Strategy 2030: Holding Power to Account for the Common Good. It is a strategy dedicated to leading the next decade’s fight against corruption by showing what it will take to achieve a more positive future for all.
To us, corruption is the abuse of entrusted power for private gain. This includes corruption in the public and business sectors, from local to international levels. It extends from petty corruption felt acutely by citizens every day, to kleptocracy and high-level grand corruption damaging entire societies. It includes abuse of entrusted power for material gain, like financial bribes, but also any benefits which breach that trust – from sexual exploitation to political corruption simply for the purpose of sustaining power, status or wealth.
Too many of those in government and business, to whom communities have entrusted power, have lost sight of the social purpose for which they accepted that power. Too many mechanisms for ensuring accountability in how decisionmakers come to power, and integrity in the conduct of officials and entrepreneurs, have not delivered, proved too weak or failed to adapt to an ever faster, more volatile world.
Together, can we confront these challenges and chart our way to a world in which transparency, integrity and the accountable use of power for the common good becomes the norm. This includes traditional powers but also the new centres of power in the surveillance society which jeopardizes individuals’ agency.
Transparency, integrity, and accountability must be guaranteed in relation to new decision-making tools based on Artificial Intelligence algorithms which are opaque and probably biased, unfair, and discriminatory. New forms of power ask for new accountability mechanisms.
The years to 2030 will be crucial in the global fight against corruption. Achieving a better, more just world will not be easy. It will require effort on many fronts. With commitment, support and active participation from citizens around the world, the new normal will be an era of joint action. We can and must do all in our power to secure accountability for a fair, sustainable and peaceful future.
Find out more about our strategy
Strategy 2030: Holding Power to Account for the Common GoodRUMBO AL 2030: CONTROLAR AL PODER EN PRO DEL BIEN COMÚN
El mundo enfrenta un futuro complejo y lleno de desafíos acrecentados y acentuados por la pandemia global. Lejos de disminuir, los riesgos de corrupción se han incrementado, al tiempo que experimentamos inestabilidad e incertidumbre en la política, la tecnología, la salud pública, el ambiente y la seguridad.
La globalización, la digitalización sin precedentes y el rápido cambio tecnológico tienen profundas implicancias para la concentración, uso y abuso del poder. Nos enfrentamos a graves crisis: desde el cambio climático al crecimiento de la desigualdad; desde los conflictos y el desplazamiento de población a los ataques a los derechos humanos. Signada desde un comienzo por la pandemia global, la década está marcada por la incertidumbre.
El robo y la malversación de los recursos públicos esenciales para preservar la vida de la gente y ayudar a la recuperación económica dejan en evidencia el costo humano de la corrupción. Queda claro también que los marcos orientadores de buen gobierno y de un sector privado responsable no pueden darse por sentados.
La Corrupción: un problema de Derechos Humanos
La pandemia ha demostrado claramente que la corrupción es un problema de Derechos Humanos. Aquellos países afectados por altos niveles de corrupción han sido los menos preparados para proveer una respuesta sanitaria adecuada y efectiva. El dinero que se pierde en corrupción son los recursos que faltan en hospitales, respiradores, medicamentos, insumos sanitarios y -ahora- vacunas. Una vez más -y esta vez a nivel global- queda claro que la corrupción mata.
Trágicamente la pandemia nos ha enseñado una vez más que terminar con la corrupción es esencial para asegurar la justicia social y económica en el mundo. Esta crisis nos ofrece el desafío y la oportunidad de una recuperación para mejor. Esto sólo será posible y sustentable si reconstruimos la confianza, sobre la base de la revalorización de la verdad y la transparencia. Es por ello que la misión de Transparencia Internacional es más relevante que nunca.
La injusticia y la falta de equidad son consecuencia de la corrupción en la toma de decisiones -tanto en el ámbito gubernamental como en el sector privado, a nivel nacional como internacional. La corrupción priva a los ciudadanos de sus derechos y oportunidades y alimenta nuevas y mayores injusticias al erosionar las instituciones que deben protegerlos.
Nuestro compromiso en la lucha contra la corrupción en esta década
Este año, Transparencia Internacional lanzó su estrategia “Hacer que el poder rinda cuentas en pro del bien común. Una estrategia global contra la corrupción 2021-2030”. Una estrategia destinada a orientar la lucha contra la corrupción en esta década con el fin de construir un futuro más positivo para todos.
Para nosotros, la corrupción es el abuso del poder encomendado para beneficio personal. Esto incluye la corrupción en el sector público y el privado, desde el nivel local al internacional. Abarca tanto la pequeña corrupción que afecta a los ciudadanos individualmente en su vida diaria, como los casos de cleptocracia y gran corrupción y captura del Estado que dañan a sociedades enteras. Incluye el abuso de poder a cambio de beneficios económicos -como en el caso de coimas y sobornos- y también aquellos casos en que la moneda de cambio es el sexo –sextortion- y la corrupción política con el objeto de retener poder, estatus o riqueza.
Muchos de quienes ejercen poder en el sector público y privado pierden de vista el propósito social de ese poder. En muchos casos los mecanismos de control sobre el acceso al poder y el resguardo de la integridad en el ejercicio del poder han demostrado ser insuficientes, ineficaces o simplemente no se han adaptado a un mundo cada vez más rápido y volátil.
Juntos podemos enfrentar estos desafíos y trazar un camino que nos conduzca a un mundo en que, con vistas al bien común, la transparencia, la integridad y la responsabilidad en el ejercicio del poder sean la norma.
Nos referimos no sólo a los poderes tradicionales sino también a los nuevos centros de poder en la sociedad de vigilancia en la cual está en riesgo no sólo la privacidad de las personas sino su propia autonomía.
La transparencia, integridad y rendición de cuentas son esenciales con relación al uso de algoritmos y herramientas de Inteligencia Artificial en los procesos de toma de decisión. La opacidad de estos algoritmos oculta muchas veces criterios discriminatorios o sesgados que conducen a resultados injustos. Las nuevas formas de poder requieren nuevos mecanismos de control y auditoria.
Los próximos diez años serán cruciales en la lucha contra la corrupción. El logro de un mundo mejor y más justo no es tarea sencilla; requiere un esfuerzo sostenido en muchos frentes. La “nueva normalidad” es el tiempo de la acción colectiva con el compromiso, apoyo y participación de todos y cada uno de los ciudadanos del mundo. Tenemos el deber y estamos comprometidos a poner nuestro mejor esfuerzo para asegurar la responsabilidad y rendición del cuentas en el ejercicio del poder para construir un futuro más justo, sostenible y en paz.